Zidane se movía con la armonía de un solo ser con el balón. Con una maestría y elegancia innata, él orquestaba el juego con pasión desbordante. Sus pases eran milimétricos, como pinceladas magistrales en un https://alvinvnml919181.blogoscience.com/45088687/el-cabezazo-que-definió-la-copa-del-mundo